Antonio, creo que en vez de llamarse a este tema de debate "Historia del barrio" deberíamos llamarlo "historias del barrio", que es menos solemne y cuadra más con lo que buscamos, de las anécdotas y detalles de nuestro barrio.
Hubo una vez que tuvimos un cine en el barrio. No sé cuándo comenzó ni cuándo terminó, pero el cine de invierno estuvo muchos años en la plaza de Los Andes, pegado al bar de Avelino, hasta que un incendio lo destruyó, como puede verse hoy en el lateral izquierdo del restaurante.
Era pequeño, acogedor, con las hileras de silloncitos de madera pegadas unas a otras, y la parte de general separada de la de preferencia por una barandilla. Siempre estaba lleno a reventar en la época en que no había televisión, y estoy hablando de los años cincuenta y algo de los sesenta. Lo más característicos del cine era el tremendo ruido de pipas que la gente consumía durante la sesión, echando las cáscaras directamente al suelo, por lo que le llamaban el Palacio de las Pipas. Una vez, mientras estábamos viendo aquella tremenda película de Charlton Heston y Virginia Mayo, "Cuando ruge la marabunta", la tensión era tan grande que la gente masticaba las pipas como si las triturara, y entonces se levantó allá en medio, en la oscuridad, un hombre, y con un fuerte acento castellano gritó: "¡¡¡¡Dejar de comer pipas, por Dios santo!!!!" Se hizo un silencio sepulcral en la sala, pero inmediatamente continuó el estruendo, y quiero recordar que aquel hombre terminó yéndose.
El dueño era un republicano represaliado que había venido a Sevilla para trabajos forzosos como prisionero de guerra y aquí se había quedado con su esposa, Doña Silvestra.
Luego había tres cines de verano, aunque no siempre coincidieron en el tiempo: el de junto a la Viña, donde ahora han hecho un parque infantil; el del solar de la plaza de Heliopolis, ahora del alcalde Parias Merry; y el que ponían en la misma Plaza de los Andes, pegado al de invierno. También tenían sus barandillas, pero general estaba delante, y detrás preferencia.
Historia del barrio
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Re: Historia del barrio
Voy a intentar dar algunos datos más sobre el Palacio de las Pipas. El dueño se llamaba D. Máximo Yarza, era originario de Estella (Navarra) y era el abuelo de uno de nuestros famosos jugadores del Patín Claret, del mismo nombre. D. Máximo y Dña. Silvestra vivíeron en la calle Tajo, 22 o 24, no recuerdo exactamente. Eran propietarios también de un local famoso de la Avda. Felipe II, que fue cine, sala de fiestas y discoteca, y que creo que aún existe.
A la puerta del cine, al lado del quiosco de Dolores -la suegra de la actual propietaria, viuda de Manolo- hubo un estanco que era, al igual que el Palacio, de madera, y que durante muchos años regentó, en régimen de alquiler, Doña Luz Casas, personaje entrañable que años más tarde se dedicó al negocio de la moda, desde su tienda de la calle Uruguay. El alto mostrador del estanco siempre fue una tentación para los juegos de los niños y servía, para disgusto de Doña Luz, como asiento de los adolescentes que esperaban su entrada en la siguiente sesión del cine.
Dolores, la amabilísima y pacientísima señora del quiosco, estuvo casada con un auténtico señor, Inspector-cobrador del tranvía primero y del autobús después. Lo recuerdo con su uniforme y su gorra de plato de la compañía de autobuses al término de la jornada, cuando pasaba para ayudar a cerrar el quiosco. Los niños le íbamos detrás para que nos diera las matrices usadas de los tacos de billetes del autobús, a 2,50 ptas. o 10 reales, el viaje. Esta familia tuvo también una droguería en la calle Tajo, al lado de la tienda de Kiko, que regentaban los hijos, Manolo y ¿Mari?.
Quizás el retrato de la época sea incompleto si no mencionamos a Avelino, con su enorme txapela, sentado siempre en una mesa del bar, con su bastón y su impresionante cojera, que con su elevada y amplia envergadura y sus justificadas malas pulgas era fuente de leyendas continuas entre los chavales, como la que lo sitúa en la guardia personal de Franco o como su cocinero personal y caballero mutilado de guerra.
La plaza de los Andes es como un retrato sociológico de las consecuencias de la posguerra: D. Máximo, represaliado republicano y prisionero de guerra, regentando el local de la izquierda, y Avelino, guardia de Franco, el de la derecha... los dos, personajes míticos para los niños del barrio desde los 50 a finales de los 60. Y Doña Luz y Dolores en el centro.
A la puerta del cine, al lado del quiosco de Dolores -la suegra de la actual propietaria, viuda de Manolo- hubo un estanco que era, al igual que el Palacio, de madera, y que durante muchos años regentó, en régimen de alquiler, Doña Luz Casas, personaje entrañable que años más tarde se dedicó al negocio de la moda, desde su tienda de la calle Uruguay. El alto mostrador del estanco siempre fue una tentación para los juegos de los niños y servía, para disgusto de Doña Luz, como asiento de los adolescentes que esperaban su entrada en la siguiente sesión del cine.
Dolores, la amabilísima y pacientísima señora del quiosco, estuvo casada con un auténtico señor, Inspector-cobrador del tranvía primero y del autobús después. Lo recuerdo con su uniforme y su gorra de plato de la compañía de autobuses al término de la jornada, cuando pasaba para ayudar a cerrar el quiosco. Los niños le íbamos detrás para que nos diera las matrices usadas de los tacos de billetes del autobús, a 2,50 ptas. o 10 reales, el viaje. Esta familia tuvo también una droguería en la calle Tajo, al lado de la tienda de Kiko, que regentaban los hijos, Manolo y ¿Mari?.
Quizás el retrato de la época sea incompleto si no mencionamos a Avelino, con su enorme txapela, sentado siempre en una mesa del bar, con su bastón y su impresionante cojera, que con su elevada y amplia envergadura y sus justificadas malas pulgas era fuente de leyendas continuas entre los chavales, como la que lo sitúa en la guardia personal de Franco o como su cocinero personal y caballero mutilado de guerra.
La plaza de los Andes es como un retrato sociológico de las consecuencias de la posguerra: D. Máximo, represaliado republicano y prisionero de guerra, regentando el local de la izquierda, y Avelino, guardia de Franco, el de la derecha... los dos, personajes míticos para los niños del barrio desde los 50 a finales de los 60. Y Doña Luz y Dolores en el centro.
Re: Historia del barrio
Yo en cambio solo recuerdo una anécdota relacionada con el cine de la plaza, pero no del de invierno, sino del de verano. Era muy pequeñito, con a pantalla dando de espaldas a la calle Ebro, y creo que la entrada era por el cine de invierno.Allá vi una película famosa de Vittorio de Sica, "Milagro en Milán", pero lo único que recuerdo de ella fue que, al terminar, al protagonista se lo llevaban volando dos ángeles al cielo. No sé qué truco usaría De Sica, pero la velocidad increíble que imprimió a la subida me dejó pasmado, a mí que contaba unos diez años por entonces. Bueno, y luego también el hecho de que los dos ángeles no movían las alas, se desplazaban a toda velocidad asiendo al protagonista cada uno por un brazo, y con el otro brazo levantado hacia las alturas. ¡Qué potencia! ¡Qué admiración! ¡Qué envidia!
Re: Historia del barrio
En este relato de pequeñas historias del barrio, querría avanzar unos cuantos decenios y hablar de los personajes importantes en la vida del mismo, además de Avelino. En primer lugar, Doña Ángeles, la fundadora y directora del Colegio Virgen de los Ángeles, que durante veinte años estuvo situado en la calle Uruguay. Pequeña y pizpireta, Doña Angeles se había formado con los criterios y la ilusión de la Institución Libre de Enseñanza y de todos aquellos maestros y maestras jóvenes de la República que se negaban a hacer de su profesión una rutina. La recuerdo entrando en las clases, atestadas de niños, y dando los buenos días, y los niños, que ya estábamos aleccionados por las profesoras, debíamos levantarnos de inmediato y responder con otro "Buenos días, doña Angeles". Formó a generaciones enteras de niños del barrio, junto con los grandes colegios de Claret y la Doctrina Cristiana y con la Academia Preuniversitaria de Milagritos Ruiz. Doña Angeles tenía unos ojos inmensamente azules y era muy pequeñita.
Otra mujer de postín en el barrio fue Doña Luz, que en los últimos años de su vida abrió una tienda de modas en la misma calle Uruguay. Siempre dispuesta a charlar con una amabilidad extraordinaria, su sentido del humor y su sonrisa eran proverbiales.
También quiero mencionar a nuestro vicepresidente de la Asociación, Francisco Carrasco, un hombre bueno en el mejor sentido de la palabra, de unos conocimientos descomunales en materia de botánica, flora y fauna del barrio, siempre dispuesto a ayudar en los jardines y a regalar especies de plantas que nos interesan. Es uno de los vecinos que conoce a todos por su dirección exacta, o al revés, conoce cada número de cada calle de Heliópolis con el vecino que la ocupa y la historia de quienes la han ocupado anteriormente.
Es curiosa la existencia en el barrio de bastantes mujeres empresarias en un tiempo en el que por lo común las mujeres se dedicaban a la familia. He hablado de tres significadas empresarias, Doña Angeles, Doña Luz y Milagritos (siempre se le llamó así), y Jovellanos ha aludido a Doña Silvestra, pero hubo otras más. Recuerdo a la del puesto de hortalizas de la calle Uruguay, en el mismo chalet que la tienda de ultramarinos de Bautista, y que se llamaba Juana, muejer sin instrucción y de gran fiereza gestual, que dominaba con mano de acero a su marido y sus dos hijos en el trasiego brusco de los capazos, las sandías y las lechugas. Uno de los hijos se llamaba José "Patajierro". Jamás lo vi reir a ninguno de ellos, ni mirar a los ojos, pero eran buena gente a pesar de su ruda apariencia.
Otra mujer de postín en el barrio fue Doña Luz, que en los últimos años de su vida abrió una tienda de modas en la misma calle Uruguay. Siempre dispuesta a charlar con una amabilidad extraordinaria, su sentido del humor y su sonrisa eran proverbiales.
También quiero mencionar a nuestro vicepresidente de la Asociación, Francisco Carrasco, un hombre bueno en el mejor sentido de la palabra, de unos conocimientos descomunales en materia de botánica, flora y fauna del barrio, siempre dispuesto a ayudar en los jardines y a regalar especies de plantas que nos interesan. Es uno de los vecinos que conoce a todos por su dirección exacta, o al revés, conoce cada número de cada calle de Heliópolis con el vecino que la ocupa y la historia de quienes la han ocupado anteriormente.
Es curiosa la existencia en el barrio de bastantes mujeres empresarias en un tiempo en el que por lo común las mujeres se dedicaban a la familia. He hablado de tres significadas empresarias, Doña Angeles, Doña Luz y Milagritos (siempre se le llamó así), y Jovellanos ha aludido a Doña Silvestra, pero hubo otras más. Recuerdo a la del puesto de hortalizas de la calle Uruguay, en el mismo chalet que la tienda de ultramarinos de Bautista, y que se llamaba Juana, muejer sin instrucción y de gran fiereza gestual, que dominaba con mano de acero a su marido y sus dos hijos en el trasiego brusco de los capazos, las sandías y las lechugas. Uno de los hijos se llamaba José "Patajierro". Jamás lo vi reir a ninguno de ellos, ni mirar a los ojos, pero eran buena gente a pesar de su ruda apariencia.
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Re: Historia del barrio
Como parece que nos estamos animando algo con estas historias del barrio, quiero añadir a la nómina de las mujeres empresarias a Dña. Rosi Molina, que tuvo una academia de corte y confección, como se decía entonces, en la calle Tajo nº 14, y que era buena modista. Con otra de las vecinas más antiguas de Heliópolis, Dña. Conchita Fenech -la señora de nuestro vicepresidente Francisco Carrasco-, fundaron la primera Boutique que existió por esta zona, en Reina Mercedes, la Boutique Jenny, que estuvo en la primera planta del número 43, hasta comienzos de los noventa.
Ya dije en ocasión anterior que Dña. Luz regentó mucho tiempo el estanco de Avelino, al lado del puesto de Dolores, antes de mudar al negocio de la moda.
Otros personajes entrañables son los antiguos tenderos, felizmente retirados de la actividad comercial, magníficos testigos de toda una época del barrio. Kiko, en la calle Tajo casi esquina a Uruguay, paseante diario y mañanero, que vive en calle Ebro pegando al Betis; Manolo, en la calle Uruguay casi esquina a Tajo, donde hoy está el Bar Uruguay, que vive en Reina Mercedes; y el de Bambi, que no recuerdo cómo se llama, asiduo vespertino por la zona del Bar Jamaica. Ellos sí que podrían aportar historias del barrio.
Saludos coforeros y buen veraneo
Ya dije en ocasión anterior que Dña. Luz regentó mucho tiempo el estanco de Avelino, al lado del puesto de Dolores, antes de mudar al negocio de la moda.
Otros personajes entrañables son los antiguos tenderos, felizmente retirados de la actividad comercial, magníficos testigos de toda una época del barrio. Kiko, en la calle Tajo casi esquina a Uruguay, paseante diario y mañanero, que vive en calle Ebro pegando al Betis; Manolo, en la calle Uruguay casi esquina a Tajo, donde hoy está el Bar Uruguay, que vive en Reina Mercedes; y el de Bambi, que no recuerdo cómo se llama, asiduo vespertino por la zona del Bar Jamaica. Ellos sí que podrían aportar historias del barrio.
Saludos coforeros y buen veraneo
Re: Historia del barrio
No nos olvidemos de Pepe "el de Jamaica", José Montes Morgado. Y de como levantó su negocio desde el garage de su casa, donde hoy está el restaurante, con don bocoyes y un mostrador, de esos que cuando ponías la caña de cerveza fría, dejaba un cerco, que cada vez se hundía más y parecía que iba a atravesarlo.
Ahí, en ese chiringuito se hizo famoso, con sus cocteles y con sus célebres puntas de solomillo, amén de su por su buen hacer.
Jovellanos has hablado de Bambi, recuerdo que se llama Antonio, aunque desconozco el apellido, prometo preguntárselo cuando lo encuentre la próxima vez. Además de su panadería, hacía trabajos de enmarcar cuadros y otras faenas, ya que era muy manitas.
Me imagino que en unos días empezaremos a irnos de vacaciones. Os deseo un feliz descanso y en setiembre, con las pilas cargadas, seguiremos con nuestro hacer.
¡Felices Vacaciones!
Ahí, en ese chiringuito se hizo famoso, con sus cocteles y con sus célebres puntas de solomillo, amén de su por su buen hacer.
Jovellanos has hablado de Bambi, recuerdo que se llama Antonio, aunque desconozco el apellido, prometo preguntárselo cuando lo encuentre la próxima vez. Además de su panadería, hacía trabajos de enmarcar cuadros y otras faenas, ya que era muy manitas.
Me imagino que en unos días empezaremos a irnos de vacaciones. Os deseo un feliz descanso y en setiembre, con las pilas cargadas, seguiremos con nuestro hacer.
¡Felices Vacaciones!
Re: Historia del barrio año 1939 a 2008
recuerdos, desde mi niñez. mis padres vinieron a HELIOPOLIS { HOTELITOS DEL GUADARQUIVIR} en el año 1939.
heliopolis en aquel entonces era un desierto, pienso que mis padres eran unos valientes querian abrir un nuevo camino para sus hijos, pepe con dos añitos, gracita con tres ¨{ la mayor} y en septiembre vino a la vida maria del carmen
mi padre era muy trabajador, comunicaba con todo las personas de heliopolis. seguire.
heliopolis en aquel entonces era un desierto, pienso que mis padres eran unos valientes querian abrir un nuevo camino para sus hijos, pepe con dos añitos, gracita con tres ¨{ la mayor} y en septiembre vino a la vida maria del carmen
mi padre era muy trabajador, comunicaba con todo las personas de heliopolis. seguire.
Re: Historia del barrio
Gracita, si eres quién imagino, seguro que tienes numerosas anécdotas que contar del barrio. Me imagino que recordarás los comercios, bares e historias que ocurrieron en ellos. Esperamos tus escritos. Un abrazo.
Aquellas pandillas de nuestra infancia
Buenos días, foreros impenitentes, yo quisiera contar mis recuerdos de las pandillas de chicos que circulaban por nuestras calles en los años sesenta, para refrescar la memoria de los vecinos y también para comparar con lo que hay hoy.
En realidad siempre hemos sido muy independientes en este barrio. Cada uno tenía sus amigos, dos o tres, y con ellos descubría la vida, que era muy tranquila y simple, tan distinta de la densidad espesa que atrapa a nuestros hijos. Pero había pandillas, grupos amplios de amigos que paseaban por las calles y hacían travesuras o se dejaban sentir. En este capítulo sobresalía la pandilla de Bernabé (Fernández Varrón), con Peta (un chico alemán que vivía en La Palmera y tenía una hermana llamada Bárbara) y otros, que se dedicaban a asustarnos a las niñas de entonces con sus bicicletas: nos veían por la calle, y de inmediato formaban un cerco en torno a nosotros, lanzando puyas y bromas. Nosotras, con doce o trece años, nos los quitábamos de en medio con unas varitas que portábamos..., lo que ya indica hasta qué punto esperábamos el ataque a ciertas horas de la tarde, y quizá lo estábamos deseando.
Nuestros hermanos dedicaban las horas a jugar a lanzar limas en la Plaza Chica o la de los Andes, a deslizarse con unas tablas a las que ponían ruedas de rodamientos, y a jugar a las canicas, pero sobre todo había una distracción que les ocupaba horas y algún disgusto. Recuerdo a mi hermano llegar a casa una tarde, llorando y con el carrillo rojo e hinchado, y mi madre ponerse a gritar como posesa. Había sostenido su pandilla una guerra con otra en el lugar de La Charca, y había recibido una pedrada en la cara que por poco le rompe la mandíbula. Iban a La Charca varias pandillas a cazar pájaros, a "matar cardos", a descubrir culebras, a perseguir perros... Mi hermano se iba con sus amigos a aquel lugar fantástico provistos de unas varas largas, y allá se habrían paso por entre un bosque de cardos que subían hasta los dos metros, espesos como una muralla.
Había otras pandillas de gente guapa. Recuerdo la de los Rus, con Alejandro Platte y otros amigos (quizá los Pezzi, no recuerdo bien), que nos encantaban con sus Lambrettas, ya muy formales ellos, pues ya tenían los 17 años, nada que ver con los 14 de Bernabé y sus colegas.
Aunque no puedo decir que fuera una pandilla, Reyes Blanco mantuvo durante años una animada tertulia en el repecho de la Plaza Chica (antes tenía algo así como un algibe en el centro, que ya no existe), y allí nos sentábamos las quinceañeras al anochecer de los veranos, un día tras otro, cuando no decidíamos entrar en su casa a bailar en el salón, que había sido despejado de muebles y disponía de numerosas sillas alrededor de las paredes, todo ello, claro, con la complicidad de su encantadora madre. Venían allí los amigos de su hermano Antonio, ya desaparecido.
La actividad "poderosa" del barrio, sin embargo, no estaba en sus calles y sus plazas. Había toda una continua serie de acontecimientos en donde participábamos gran cantidad de vecinos y que emanaba del colegio Claret, no solo de la iglesia, sino también del Colegio. Las niñas participábamos en el coro que dirigía el padre Castrillo, pero había muchas otras actividades. Claro que esa es otra historia, importante para el barrio, porque los colegios, y en especial el Claret, han sido la verdadera columna vertebral de nuestra existencia.
En realidad siempre hemos sido muy independientes en este barrio. Cada uno tenía sus amigos, dos o tres, y con ellos descubría la vida, que era muy tranquila y simple, tan distinta de la densidad espesa que atrapa a nuestros hijos. Pero había pandillas, grupos amplios de amigos que paseaban por las calles y hacían travesuras o se dejaban sentir. En este capítulo sobresalía la pandilla de Bernabé (Fernández Varrón), con Peta (un chico alemán que vivía en La Palmera y tenía una hermana llamada Bárbara) y otros, que se dedicaban a asustarnos a las niñas de entonces con sus bicicletas: nos veían por la calle, y de inmediato formaban un cerco en torno a nosotros, lanzando puyas y bromas. Nosotras, con doce o trece años, nos los quitábamos de en medio con unas varitas que portábamos..., lo que ya indica hasta qué punto esperábamos el ataque a ciertas horas de la tarde, y quizá lo estábamos deseando.
Nuestros hermanos dedicaban las horas a jugar a lanzar limas en la Plaza Chica o la de los Andes, a deslizarse con unas tablas a las que ponían ruedas de rodamientos, y a jugar a las canicas, pero sobre todo había una distracción que les ocupaba horas y algún disgusto. Recuerdo a mi hermano llegar a casa una tarde, llorando y con el carrillo rojo e hinchado, y mi madre ponerse a gritar como posesa. Había sostenido su pandilla una guerra con otra en el lugar de La Charca, y había recibido una pedrada en la cara que por poco le rompe la mandíbula. Iban a La Charca varias pandillas a cazar pájaros, a "matar cardos", a descubrir culebras, a perseguir perros... Mi hermano se iba con sus amigos a aquel lugar fantástico provistos de unas varas largas, y allá se habrían paso por entre un bosque de cardos que subían hasta los dos metros, espesos como una muralla.
Había otras pandillas de gente guapa. Recuerdo la de los Rus, con Alejandro Platte y otros amigos (quizá los Pezzi, no recuerdo bien), que nos encantaban con sus Lambrettas, ya muy formales ellos, pues ya tenían los 17 años, nada que ver con los 14 de Bernabé y sus colegas.
Aunque no puedo decir que fuera una pandilla, Reyes Blanco mantuvo durante años una animada tertulia en el repecho de la Plaza Chica (antes tenía algo así como un algibe en el centro, que ya no existe), y allí nos sentábamos las quinceañeras al anochecer de los veranos, un día tras otro, cuando no decidíamos entrar en su casa a bailar en el salón, que había sido despejado de muebles y disponía de numerosas sillas alrededor de las paredes, todo ello, claro, con la complicidad de su encantadora madre. Venían allí los amigos de su hermano Antonio, ya desaparecido.
La actividad "poderosa" del barrio, sin embargo, no estaba en sus calles y sus plazas. Había toda una continua serie de acontecimientos en donde participábamos gran cantidad de vecinos y que emanaba del colegio Claret, no solo de la iglesia, sino también del Colegio. Las niñas participábamos en el coro que dirigía el padre Castrillo, pero había muchas otras actividades. Claro que esa es otra historia, importante para el barrio, porque los colegios, y en especial el Claret, han sido la verdadera columna vertebral de nuestra existencia.
memorias del barrio
El escrito hecho por el Foro esta equivocado cuando hablan de Dº Mmaximo y de Dº Avelino.
Dº Maximo no habia estado en la carcel ni venia huido de Estella donde vivia con su familia,
alli tenia unos grandes almacenes de ultramarinos y se vino a Sevilla a conocer otra ciudad.
Era un Sº muy serio, de pequeña no , nos dejaba entrar en el cine, recuerdo de mi niñez.
que voy a decir de Dº Avelino, lo siguiente. no era un herido de guerra , su cojera era debido a su trabajo,
muchas horas de pie,no ha sido cocinero de franco fué camarero ^[ un buen camarero]
jamas le escuche hablar de politica, solo hablaba del Betis.
en honor de laverdad voy a decir que Dº Avelino ayudo a muchas familias de Heliopolis economicamente y politicamente
tambien hablan del mal genio de Avelino.cosa que yo no estoy de acuerdo,
Avelino, tenia un negocio, las ganancias eran para llevar el negocio y a la familia.
habia algunas familias pienso yo que pensaban que podian sentarse en las mesas sin consumir mientra sus niños jugaban.
Cuanto trabajaron mis padres en este negocio. cuanto han cambiado la vida, no debemos olvidar el pasado.
gracita.
(Mensaje del administrador: este tema ha sido unido a Historias del barrio por considerar que eran una continuación del mismo)
Dº Maximo no habia estado en la carcel ni venia huido de Estella donde vivia con su familia,
alli tenia unos grandes almacenes de ultramarinos y se vino a Sevilla a conocer otra ciudad.
Era un Sº muy serio, de pequeña no , nos dejaba entrar en el cine, recuerdo de mi niñez.
que voy a decir de Dº Avelino, lo siguiente. no era un herido de guerra , su cojera era debido a su trabajo,
muchas horas de pie,no ha sido cocinero de franco fué camarero ^[ un buen camarero]
jamas le escuche hablar de politica, solo hablaba del Betis.
en honor de laverdad voy a decir que Dº Avelino ayudo a muchas familias de Heliopolis economicamente y politicamente
tambien hablan del mal genio de Avelino.cosa que yo no estoy de acuerdo,
Avelino, tenia un negocio, las ganancias eran para llevar el negocio y a la familia.
habia algunas familias pienso yo que pensaban que podian sentarse en las mesas sin consumir mientra sus niños jugaban.
Cuanto trabajaron mis padres en este negocio. cuanto han cambiado la vida, no debemos olvidar el pasado.
gracita.
(Mensaje del administrador: este tema ha sido unido a Historias del barrio por considerar que eran una continuación del mismo)